viernes, 14 de septiembre de 2012

Perdonen las molestias

Me han salido canas.

Recuerdo aquella frase que decían mis padres y los mayores en general: "las canas salen a consecuencia de los disgustos" y que a mí me parecía una solemne estupidez; lo determinante en este caso debería ser la herencia genética y el inevitable proceso de envejecimiento. Sin embargo, después de este verano, acepto que algo de verdad esconde este dicho ya que en un par de meses he pasado de exhibir -no sin cierto orgullo- una melena cuarentañera libre de tintes, a tener que plantearme pedir cita en la peluquería para poner remedio a este mal tan común.

Retomo el curso no solo descubriendo nuevas canas en cada mirada al espejo, sino con la sensación de tener horchata en las venas. Vivo en un estado semianestésico en el que afronto el día a día con una tranquilidad desconocida y con niveles de escepticismo próximos a prima de riesgo española, después de asumir ceses y eternidades y comprender que el auténtico verano para un niño es la salud, que es absurdo prepararse para la ausencia de un ser querido, que los cambios libremente elegidos pueden ser tan difíciles como los impuestos, que quién dijo aquello de "borrón y cuenta nueva" pretendía engañarse a sí mismo.

Este poema de Eeva Kilpi me parece extraordinario. De una manera concisa y hermosa nos revela la continua paradoja que provoca en nosotros el amor...o la vida, esa vida que debería de venir acompañada de un entrecomillado "perdonen las molestias". 


"Dime si molesto,
dijo él al entrar,
porque me marcho inmediatamente.

No sólo molestas,
contesté,
pones patas arriba toda mi existencia.
Bienvenido."


¡Bienvenida!