sábado, 3 de diciembre de 2011

Memoria perdida.

"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir".

José Saramago



Difíciles tiempos para casi todo, en los que comenzamos a asumir con una docilidad inexcusable planteamientos que hasta hace poco nos parecían impensables: Democracia en época de rebajas, recortes y saldos. Probablemente veremos muchos de nuestros derechos convertirse en borrosos recuerdos y algunas leyes, como la Ley de la Memoria Histórica, yacer olvidada a la orilla de alguna cuneta. 

Mi padre tiene Alzheimer y una considerable Memoria Histórica, tantas veces contada de forma concienzuda y cansina, que no sabría decir si forma parte de mi memoria o de mi ADN, ya que en casa era tan habitual escuchar cuentos tradicionales como historias de la guerra, al calor del hogar, con leche templada y las ventanas bien cerradas. Ahora comprendo que lo que pretendía era rescatar aquellas historias del pozo profundo y ciego del olvido y al mismo tiempo, tratar de rozar apenas con el dedo índice ese don negado a los humanos, el de la inmortalidad.

En un acto de responsabilidad contraída nos contaba sus años de estudiante aplicado en la Escuela de Artes y Oficios y de militancia precoz en las Juventudes Socialistas Unificadas, el estallido de la guerra, el atroz bombardeo en su ciudad; días de ir y venir desde las trincheras en las que era tan útil la comida que llevaba como los mensajes que las familias enviaban  a los milicianos. Después, los años en la cárcel;  hambre, frío y la sombra de la muerte siguiendo cada uno de sus pasos, de sus pensamientos, a la edad en la que nuestros jóvenes van al instituto con grandes mochilas, pantalones caídos y móviles de 200 euros en el bolsillo.

Tuvo su pequeña compensación a la perseverancia inalterable de creyente sin fe, su necesario homenaje -pasados los 80 años- por mantener viva la memoria que se hace Historia y ésta, nos pertenece a todos.

Poco después llegó otra forma de olvido, implacable, a pequeños, a grandes pasos, también cruel y despiadada. A pesar de ello, aún hoy da muestras de resistencia a la Memoria esquiva, y con sonrisa del adolescente que casi no fue, nos repite la broma que sus compañeros le dedicaban cuando, con el signo de la victoria en los dedos de la mano y haciendo un fácil juego de palabras con su nombre, le gritaban:

- Wence: ¡Venceremos!




Wenceslao, fotografiado por Utopazzo.



12 comentarios:

  1. En un disco de Ismael Serrano se puede leer esto:
    "La memoria de hombres y mujeres me recuerda a menudo a la de los peces, hombres y mujeres que olvidan su historia, lo que han sentido, hombres y mujeres con amnesia abocados a repetir los mismos errores".

    Es una pena que los que no están dispuestos a olvidar para no repetir esos errores se vean obligados a hacerlo por esa maldita enfermedad.

    Mucho ánimo y un sincero abrazo ;)

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  2. Yo creo que las cosas que nos hacen mucho daño nunca se olvidan ni con el mal de Alzheimer.

    Siento que tu padre padeza la enfermedad del olvido, me dedico a cuidar personas enfermas de este mal y sé como debes sentirte. Hace muchoo amor y mucha paciencia para poder sobrellevarlo.

    Un abrazo.

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  3. A ver Ana, es triste que tu padre tenga esta enfermedad, supongo que ha podido trasladaros su memoria, antes de perderla.Creo que esto sería lo justo y necesario. Pero, más triste aún es el alzahimer que tienen algunos partidos políticos con la memora histórica. Si no es alzheimer es mucho peor. Creo que también la sociedad está perdiendo la memoria y no sé si se le ha diagnosticado alguna enfermedad todavía.

    Un abrazo, Ana.

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  4. Gracias Elena, sé que también eres sensible a este tema, y muy oportunas las palabras de Ismael Serrano, te dejo otras;

    "¿Cómo esperas ganar sin ellos
    las batallas que anteriormente perdieron?
    Si han de callar, que callen aquellos,
    los que firmaron pactos de silencio."

    Un fuerte abrazo también para ti.

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  5. Muchas gracias Ana. Si te dedicas a cuidar a personas que padecen esta enfermedad habrás comprobado que no sólo no olvidan lo que les hizo mucho daño, tampoco olvidan lo que les hizo felices, pero siempre en su pasado más remoto. Hace poco llevamos a mi padre a un lugar que frecuentó en su juventud, justo antes de la guerra, y nos contó historias que desconocíamos con todo lujo de detalles.

    Un saludo.

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  6. Precisamente Encarni era lo que quería transmitir, el mal que nos deja sin Memoria, individual o colectiva. Muchos, como mi padre, han sufrido las dos "enfermedades" y me parece demasiado para una vida.

    En cuanto a la sociedad...todos los síntomas apuntan a que está enferma, solo queda conocer el diagnóstico y seguir el tratamiento adecuado, porque el actual tratamiento no hace más que empeorar la situación.

    Besos.

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  7. Es la tercera vez que leo tu entrada, tres veces que has conseguido emocionarme. Preciosa forma de unir en un todo memoria individual y colectiva, de recrear con talento nuestras ansias de inmortalidad, la responsabilidad, esa Vida que se escapa no siempre de la misma manera que va y vuelve, de denuncia de lo que inexcusablemente nunca se debe olvidar, de compromiso atemporal con los que sufren de más cerca o de más léjos ..... pero como sucede en las historias bien contadas, lo mejor no es lo que se dice, sino lo que se sugiere. Y sin decirlo, creo que detrás de esta historia hay cierta impotencia teñida de vaga esperanza ( como la del creyente sin fe que mencionas) y amor, mucho amor, que se convierte en elemento imprescindible para engarzar con acierto los eslabones de la cadena de sentimientos que provoca su lectura. Como diría nuestro cuántico Utopazzo (por no saber por dónde nos saldrá, ni a la velocidad con la que discurre y se dispersa) hace falta una Teoría del Todo que unifique y explique con elegancia el mundo y las teorías que lo rigen. Y en esta entrada, es el Amor lo que da unidad al relato. Es más, estoy recordando el poema de Las Tres Heridas ( Amor, Vida y Muerte) porque en el fondo es de lo que estás hablando. Aunque se podría hablar de una cuarta herida: la del olvido. Pero bien mirado, se podría subsumir en la herida de Muerte ya que el olvido es también una forma de muerte. Olvidar es acercarse a la nada de lo que alguna vez fue todo, la desintegración de ese para sí Sartriano que conforma nuestro yo biográfico y nos hace únicos.
    Mencionar la Nada y el Todo, me lleva en volandas a un poema de José Hierro que me tiene voluntariamente cautivo:

    VIDA

    Después de todo, todo ha sido nada,
    a pesar de que un día lo fue todo.
    Después de nada, o después de todo
    supe que todo no era más que nada.

    Grito "¡Todo!", y el eco dice "¡Nada!".
    Grito "¡Nada!", y el eco dice "¡Todo!".
    Ahora sé que la nada lo era todo,
    y todo era ceniza de la nada.

    No queda nada de lo que fue nada.
    (Era ilusión lo que creía todo
    y que, en definitiva, era la nada.)

    Qué más da que la nada fuera nada
    si más nada será, después de todo,
    después de tanto todo para nada.

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  8. Ana, no te quepa duda que la inmortalidad de la que hablas, está a nuestro alcance: sólo basta con no romper el lazo que desde los comienzos de la humanidad, nos ha transmitido en forma de cadena de ADN. Tú, yo, y todos, llevaremos esa herencia de nuestros padres, abuelos, bisabuelos… y la hemos transmitido; incluso a través del pensamiento; éste, es tan fuerte como esa plantita que viste abrirse paso en la rendija de una pared, como la que se abrió paso en el agujero del pino talado… y llegará lejos, pese a encontrarse muros, barreras casi infranqueables o encontrarse con botas lustradas en un cuartel para pisar trincheras… sigo pensando, que el Caos, no olvidará colocar cada cosa en su lugar; inclusive lo encontrado en una cuneta.



    No hace mucho, recordé una frase de José Saramago que venía a decir algo así: “Caminamos, de la mano del niño que fuimos”… más o menos es esa la conclusión (sabia sentencia) a la que debió llegar tras detenerse a pensar, si no era cierto aquella presencia que sentía, y que le parecía acompañar desde siempre.

    Lo hemos podido ver de primera mano, y desde hace tantísimos años, cómo el “Wence, ¡Venceremos!”, apareció siempre que se hablaba de política, y que luego derivase en los recuerdos de su juventud, y su andadura en las Juventudes Socialistas… ¡Ni el Alzheimer puede con ello! Esa memoria, no se borrará nunca, porque como dijo Saramago, el niño que fue, le sigue acompañando.
    Observo con ternura, cómo se emociona cuando me pregunta por el Barça; cómo entonces yo, le hago una pequeña escena de qué hace Pep con sus piezas, cómo las mueve, con filosofía y estrategia… cómo logra la admiración de gran parte del público, por el juego que despliega, por sus títulos… Tampoco aquí aparece la terrible enfermedad; se emociona, y el brillo de sus ojos tan cansados, le delata.
    Sé de personas que opinan (sin detenerse a pensarlo tal vez) que la vida no tiene sentido, que todo es casualidad… nada más lejos; para mí la tiene. Busca en el puzzle de tu memoria, y verás que el Caos ya está colocando cosas en su lugar, y habilitando grandes espacios para el resto.

    "Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada"

    José de Sousa Saramago

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  9. Gracias Prometeo, era lo que pretendía, unir las dos heridas producidas por la ausencia de memoria propia de la enfermedad, por la inadmisible falta de reconocimiento de la memoria histórica. Nadie cura sus heridas sin la atención y medios necesarios, y en este país es lo que se ha pretendido, que el que tenga una herida se lama en silencio, y mejor, que olvide que la tiene, ¡cómo si se pudiera! No puedo imaginar ningún pais democrático de los que nos rodean manteniendo una situación como la española y por desgracia, si en las dos últimas legislaturas se ha conseguido tan poco, pese a formar parte de las propuestas del gobierno saliente, ya podemos imaginar lo que va a suceder en los próximos años. Parece que vivimos en un pais en el que después de tanta nada, hay más nada.

    El amor, la vida y la muerte, son heridas, sí, y al mismo tiempo lo que nos inspira, motiva, apasiona, conmueve, ilumina, con mayor o menor fortuna.

    ...y el tema de la Memoria quedará así (me sirvo de Cernuda):

    "Donde habite el olvido,
    En los vastos jardines sin aurora;
    Donde yo sólo sea
    Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
    Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios".

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  10. Bueno Utopazzo, te veo utópico, haces muy bien pero no, yo no creo que nada, ni siquiera el Caos ponga las cosas en su sitio. Cuántos, cuantísimos represores , asesinos, inquisidores habrán muerto en su cama tranquilos y en paz pensando (sin salir del tema de la Memoria) que hicieron lo justo y necesario, que Dios y su iglesia formaban parte de "su bando". Un sólo caso de impunidad hace que nada esté en su lugar.

    Mi padre, sus compañeros no vencieron,algunos no vencen nunca.

    Es cierto que el Alzheimer no puede con muchas cosas. Fíjate, desde que mi padre está "peor" parece sufrir mucho menos, ha dejado esa lucha (¡ya estaba bien!) de los momentos de plena consciencia y cada vez está más cerca de aquel niño que fue, como decía Saramago. Esta tarde por ejemplo tenía la sonrisa de un niño, la cada vez más manifiesta vulnerabilidad de un niño.

    Gracias por todo...ya sabes.

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  11. Uffff! A mi, que me salen las palabras a chorros, que sufro del liviano mal de la "verbórrea", según cierto habitante de las islas del Sur(este), en tocando temas personales me retraigo como una sensitiva. No creo, ni de lejos, en eso de que las cosas pasan porque tienen que pasar, pero resulta perturbador que tan sólo dos meses después de ese homenaje, Wenceslao sufriera un accidente que abrió la puerta a ese terrible borrador de la memoria que es la enfermedad de Alzheimer, como si hubiera estado agazapada, esperando paciente, generosamente también, porqué no creerlo, ese momento preciso. A partir de ahí el progresivo olvido, el deterioro físico unido al mental, pero con el corazón en la izquierda, siempre en la izquierda, cansado, con sobresaltos y arritmias, pero en la izquierda.
    Hace unas semanas, no recuerdo exactamente de qué hablábamos, aunque de política, porque somos una familia politiquera, nos gusta, lo vivimos, cada uno con su tendencia, algunas muy curiosas, por ejemplo, tenemos miembros conservadores, tirando... a más conservadores, otros de izquierdas sin fronteras, e incluso tenemos una miembra socialista de derechas... Pues bien, hablábamos, cuando hizo una pausa (él es muy de pausas, hubiera sido buen orador) me miró y dijo: La libertad es lo más grande que puede tener un hombre. En fin, nada que no se haya dicho con anterioridad miles de veces, la diferencia, que hablamos de un anciano, sencillo, de clase trabajadora y afectado por una grave enfermedad neuronal que le empuja sin misericordia al agujero negro de la desmemoria que todo lo engulle. Y él, en su resistencia personal, cada vez más desvalido, bordeando el sinuoso camino de la demencia, sacude la modorra, abre los ojos y reivindica sus ideas y su derecho a reivindicarlas, “se luchó mucho por esto”, dice, y se hunde de nuevo en su nirvana que le hace sonreír como un niño, un niño comprometido cuyo compromiso se activara a la consigna de pueblo, libertad, democracia... palabras gastadas para muchos, pero no para él, porque siguen representando sus ideales, igual que cuando tenía dieciséis años.
    ¡Cuánto me cuesta!, pero a la vista de ese perfil un poco-bastante de “aita”, grupo 0 incluido, he apartado momentáneamente mis reservas y me sumo a tu homenaje, Ana, que es el suyo.

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    1. La libertad es lo más grande, él lo debe saber bien, también debería ser grande la memoria que ahora se debilita dentro y fuera, en el terreno personal y en social...bueno en el social no es que se debilite, sencillamente la allanan, la silencian, tras tanto camino de esta democracia de cartón piedra andado. Lamento profundamente no haber conservado cada una de las historias contadas, repetidas, declamadas a gritos o en silencio por Wenceslao, porque su desmemoria ahora tiene excusa, pero la nuestra no...y el paso del tiempo hace olvidar las historias que no quedan escritas, lo de aquella película en la que recordaban los libros de memoria... pues eso, era una película.

      -¿Cuántos años tienes?

      -Doscientos o trecientos -responde-.

      Estos últimos e innecesarios años se le han debido hacer bien largos y penosos.

      Últimamente es frecuente que diga que se quiere morir,; lo expresa como la petición inocente, dudosa y esperanzada que haría un niño ante algo que le gustara mucho y creyera fuera de su alcance, pero sí del nuestro. "No os pongáis tristes ni lloréis, que me da igual, que yo me quiero morir", le digo que sí, que tiene todo el derecho, pero que se espere al verano a cumplir siquiera 90 años, que es una cifra más redonda, que no ostenta el récord de edad que él cree.

      -Después del verano hija...

      -Después del verano.

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