Mire hacia donde mire no veo más que una sociedad haciendo aguas en todos los aspectos que la conforman. Podemos pasar muchos años más invirtiendo tiempo y esfuerzo, tratando de achicar agua para mantenernos a flote o implicarnos en una transformación profunda, en una revolución, que no es otra cosa que una evolución necesaria.
El inicio de curso no sólo ha sido complicado para mí. Mi hijo de seis años dejó atrás la etapa de educación infantil para introducirse en primaria, la etapa de los "niños mayores", lo que acepta con entusiasmo en su aspecto teórico, no en las consecuencias prácticas. El aprendizaje a través de la experiencia y el juego, la recompensa a cualquier esfuerzo independientemente del resultado ya es pasado; ahora se le exigen resultados, respuestas acotadas y únicas ante cualquier cuestión, por lo general fuera de su campo de intereses. Ya en las primeras semanas de clase su maestra me citó en tutoría y me vino a decir lo que ya sabíamos, que mi hijo está más o menos en la Luna, pero que se porta bien... no todo es negativo.
Durante varias semanas dormimos mal, estamos preocupados y con la autoestima por los suelos: "¿Mamá, por qué no sé hacer los trabajos, crees que soy tonto?," y pienso que la única tonta soy yo, que conociendo el Sistema Educativo como lo conozco, desde dentro, debería de haber corregido su tendencia hacia la divergencia y converger en la instrucción que le asegurará un mayor éxito académico. Pero es difícil ir en dirección opuesta a la que una cree así que intentaré que su escritura se ciña a las pautas que se le exigen, que el libro de texto globalizado de respuesta cerrada le parezca interesante y al mismo tiempo seguir proporcionándole un ambiente aún más rico y diverso.
Las sensaciones y preocupaciones que vive ahora Pablo me han llevado de la mano a mi etapa escolar, a los primeros cursos de educación primaria en mi colegio de monjas. Recuerdo que no entendía absolutamente nada, tenía una letra horrible, me quedaba frecuentemente castigada porque no terminaba mis tareas, pese a tener un comportamiento ejemplar, y me sentía torpe y extraña, aunque en algún momento me agarré al tren del Sistema Educativo. Y en él sigo, pese a mi divergencia.
Durante varias semanas dormimos mal, estamos preocupados y con la autoestima por los suelos: "¿Mamá, por qué no sé hacer los trabajos, crees que soy tonto?," y pienso que la única tonta soy yo, que conociendo el Sistema Educativo como lo conozco, desde dentro, debería de haber corregido su tendencia hacia la divergencia y converger en la instrucción que le asegurará un mayor éxito académico. Pero es difícil ir en dirección opuesta a la que una cree así que intentaré que su escritura se ciña a las pautas que se le exigen, que el libro de texto globalizado de respuesta cerrada le parezca interesante y al mismo tiempo seguir proporcionándole un ambiente aún más rico y diverso.
Las sensaciones y preocupaciones que vive ahora Pablo me han llevado de la mano a mi etapa escolar, a los primeros cursos de educación primaria en mi colegio de monjas. Recuerdo que no entendía absolutamente nada, tenía una letra horrible, me quedaba frecuentemente castigada porque no terminaba mis tareas, pese a tener un comportamiento ejemplar, y me sentía torpe y extraña, aunque en algún momento me agarré al tren del Sistema Educativo. Y en él sigo, pese a mi divergencia.