miércoles, 31 de agosto de 2011

Hay momentos...y lugares.


Hoy terminan mis vacaciones que siempre inicio como una promesa de eternidad.

Desde el último solsticio he comprobado como los días iban acortándose mientras que los momentos vividos en cada uno de esos días se acumulaban, intentando hacerse un lugar.

He vivido momentos alegres de sorpresas y encuentros... y momentos de sorpresas y reencuentros de tristeza dulce; momentos de inmersiones y de salir a flote, momentos divertidos, absurdos y de ponerse a prueba.

He visitado lugares distantes y extremos: el húmedo bosque celta guardián de leyendas y de magia, el paisaje semidesértico del sureste que nos demuestra que es posible una belleza sin agua y la extensión de secano; olivos y polvo, tejados y asfalto, que veo desde mi ventana como veo el mar, siempre que me lo propongo.



Iglesia románica de San Juan de Amandi (Asturias).



Me quedo con esta fotografía como imagen de mi verano, aún sin saber si la elijo por el lugar, o por el momento, o porque ambas cosas son lo mismo.




Imagen: Utopazzo

jueves, 18 de agosto de 2011

Subterfugio VII: Transparencia


“Sumérgete en la hondura.

Allí,

en el fondo,


está la transparencia.”


Dulce Chacón



Lo primero que vi al llegar al río, junto a la arboleda, fue un cartel en el que se leía "Paseo de la voz dormida", seguido de estos versos de Dulce Chacón. Había visitado Castril unos años antes pero no recuerdo el cartel ni ninguna de las palabras en él escritas, lo que me reafirma en la idea de que todo está ahí, siempre, pero no lo descubrimos hasta que estamos suficientemente preparados; mientras tanto, permanece invisible.

El hallazgo me produce desconcierto; sólo unas semanas atrás acababa de leer la novela "La voz dormida", en la que según palabras de la autora "tuve que hacer de tamiz para suavizar la historia, porque la ficción no soporta tanto horror". Continúo leyendo los versos; como he olvidado el cuaderno de notas trato de memorizarlos. A medida que los leo siento la necesidad de sumergirme en el agua, aquí, ahora mismo. Poco a poco el aluvión de estímulos de la exuberante mañana de agosto se atenúa al ritmo en que gano profundidad, aunque no demasiada, enseguida encuentro una transparencia que me atrevería a decir llevaba un tiempo esperando. Observo un evidente desorden en el que conviven cierta precipitación y excesiva mesura: el botón de una camisa que tiende a desprenderse, un lapicero sin punta, una manzana intacta, un libro a medio leer marcado en el capítulo 35. También percibo un silencio denso de cuyo peso me desprendo en la breve ascensión, y de nuevo el estrépito del agua en el lecho de piedra, voces indeterminadas de los turistas que visitan el paraje mezcladas con las conocidas y cercanas, la luz cegadora en el claro rodeado de álamos de hojas inquietas...

-¡Seguimos!

Una voz familiar me invita a proseguir nuestro camino sin reparar en mi respiración aún entrecortada, ni en las ultimas gotas de río que se evaporan desde mi piel.




Río Castril. Utopazzo