domingo, 24 de octubre de 2010

El olvido

Es curiosa la forma en que afloran los recuerdos a la superficie de nuestra consciencia. Podríamos decir que son un tanto inoportunos, también caprichosos, ya que se presentan de improviso, como esos encuentros que te sorprenden y alegran el día o como visitas imprevistas que te incomodan. Suelen esconderse cuando los necesitas y por más que los busques no aparecen o aparecen en otro momento y también sucede que cuando los descubres piensas que no son lo que esperabas.

Si en parte somos el resultado de nuestros recuerdos podemos afirmar que también lo somos de nuestros olvidos. No sé si realizamos un mayor esfuerzo a la hora de invocar nuestros recuerdos o a la hora de intentar olvidarlos, pero en ocasiones, ambos esfuerzos son vanos. Puede darse el caso de que al poner tanto empeño por olvidar algo o alguien éste se convierta en el principal ocupante de nuestro pensamiento y lo recuperemos una y otra vez del cajón de la memoria. En otras ocasiones nos ponemos como meta no olvidar; si el hecho es agradable nos acompañará en nuestros momentos de soledad o tristeza, como esa manta suave y cálida que tenemos en el sofá, pero si se trata de un hecho que en su momento nos causó dolor, empeñarse en no olvidar puede dar lugar al rencor o al resentimiento.

Este verano volví a leer la biografía de Antoni Gaudí. Encuentro muchos motivos para admirarlo comenzando por su imaginación casi ilimitada, por la particular visión de la naturaleza como generadora de arte y sobre todo por su valentía. Pocos nos atrevemos a defender nuestras ideas de una manera tan enérgica y comprometida, sobre todo cuando estas ideas son innovadoras y se apartan del canon del convencionalismo que tan fácilmente nos arrastra. Gaudí creía en su obra y la convirtió en una idea tangible a base de trabajo y una inteligencia fuera de lo común; supongo que era consciente de su genialidad pero decidió llevar una vida marcada por la austeridad como única vía para poder realizar su sueño.

Durante la construcción de la magnífica Casa Milà, el arquitecto hizo inscribir en una de las columnas principales las palabras "perdona y olvida". Es conocida la profunda religiosidad de Gaudí por lo que no es extraño que decidiera diseñar la imagen de la Virgen flanqueada por dos arcángeles para la fachada de La Pedrera; el propietario de la casa rechazó la idea parece ser que por temor a que sufriera ataques violentos después de lo ocurrido durante la "Semana Trágica" en Barcelona. Otra versión, un tanto más romántica pero menos fidedigna , sugiere que el arquitecto se enamoró de la hija del propietario de la casa pero éste se opuso a la relación.

Sea cual sea el motivo que llevó a Gaudí a tallar aquellas palabras en la dura y permanente piedra, está claro lo que pretendía: precisamente, no olvidar.




Detalle de la columna principal, Casa Milà

martes, 12 de octubre de 2010

Ser de otro lugar.

Todos alguna vez, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos sentido como advenedizos dentro de la parcela del mundo en la que nos había tocado vivir. Con el paso de los años y por esa capacidad humana tan extraordinaria nos adaptamos a toda suerte de circunstancia, y con una capacidad también muy humana pero no tan admirable simplemente nos habituamos a lo que tenemos, y a seguir hacia adelante.

Conozco personas que no se sienten del lugar dónde viven, o no se consideran representados por su imagen física, incluso tengo amigos que creen no pertenecer a su familia. A mí lo que me ha ocurrido es sentirme de otro lugar.

La primera vez que viajé a Galicia tuve esa certeza, comprendí que de alguna manera pertenecía a aquel paisaje, a sus calles, su música, sus gentes. No descubría las cosas que se presentaban ante mis ojos, más bien las reconocía sin producirme la sorprendente fascinación de encontrar algo nuevo, sino la cálida y serena emoción de reencontrarlas. Tengo la tendencia, criticada en mi entorno más íntimo, de buscarle a todo una solución racional, y a ser posible científica. Nunca se me ocurrió pensar que "en otra vida" hubiera vivido en alguna población gallega, simplemente opino que cada ser humano tiene una capacidad exclusiva para organizar los estímulos en función de multitud de variables y dotarlos de un significado particular. De esta manera me reconozco en el color de los paisajes gallegos, en el contraste entre la hierba sencilla y paciente y la arrogancia del mar, en el viento plantándonos cara para recordarnos que todo cambia y en las piedras... Me gustan los pueblos, las ciudades construidos a base de piedra, del suelo a los tejados sólo piedra, sin otra materia que las enmascare. Utilizamos frecuentemente la piedra como ejemplo para mostrar lo que no tiene vida, no puedo estar más en desacuerdo. Lo que está vivo cambia y las piedras lo hacen, cambian de color, de aspecto con el paso del tiempo; se compactan o se tornan porosas, se suavizan o se llenan de aristas, como las personas. La piedra adquiere el primer soplo de vida a través de la mano del cantero que la arranca de la montaña, se eleva con la idea del arquitecto que la sueña, nos devuelve el eco de las risas de los niños y guarda el secreto, cómplice, de las palabras de amor susurradas en alguna esquina.

En la suma de todo aquello que conforma nuestro ser la principal y más importante circunstancia son las personas que nos rodean, aunque tomando una actitud más comprometida prefiero decir las personas de las que nos rodeamos; nuestro lugar es ese, el de los afectos, aunque de vez en cuando me permito imaginar cómo sería mi vida siendo de otro lugar...


Buscaba esta canción de Loreena McKennit para completar la entrada y salió a mi encuentro este vídeo, me pareció muy adecuado a la vez que paradójico ya que canta a Santiago desde la cercana ciudad de Granada, ambas ciudades pertenecientes a culturas y paisajes diferentes pero unidas en su belleza.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Ideas de bolsillo I

Fotograma de "La lengua de las mariposas", de José Luis Cuerda

Desde hace unos años alguien, con mucho criterio dentro de la administración educativa ,tuvo la feliz idea de cambiar el día del Maestro por el día del Docente. En el primer trimestre ya había demasiados días festivos y parecía más práctico unirlo al de Andalucía y tener así un magnífico puente. De ésta manera, lo que se ha conseguido es desprenderlo de su significado y del poco o mucho valor que tenía; podría utilizarse como un día para la reflexión y el análisis, también para el encuentro con los padres y el resto de la sociedad. Supongo que da igual cuándo se celebre...lo importante es que se celebre: Organizamos actividades interesantísimas para conmemorar días de la Paz y la no Violencia, contra la Violencia de Género , Constitución, Andalucía...y no se nos ocurre celebrar el día de los maestros como una fiesta para todos, dentro de la escuela, convirtiéndolo en una oportunidad para conocer y entender. En fin, precisamente, no lo entiendo.

Ayer se celebró el día Mundial del Docente, aunque yo me he enterado hace un rato.¡ Felicidades!

domingo, 3 de octubre de 2010

La memoria de mi madre.

La tan mal traída y llevada Memoria Histórica, es una sucesión de desatinos, agravios e impunidad y sobre todo, de intentos de olvido. La memoria falla y se debilita con el paso de los años, yo misma, tratando de recordar la memoria histórica de mi familia, compruebo cómo las palabras tantas veces repetidas se confunden y las imágenes aparecen cada vez más desdibujadas, de manera que me sorprendo completando los trozos que faltan con retales de mi imaginación y con una considerable carga de subjetividad.

Mi madre acababa de cumplir 10 años cuando estalló la guerra; siempre que la recuerda y relata me doy cuenta de que lo hace como si continuara teniendo los mismos pocos años, pareciendo un hecho extraordinario y fantástico, como si se tratase de la primera película de ciencia ficción que quedara impresa en su retina. El bombardeo de Jaén en el año 37 sorprendió a mi madre en el campo, donde robaba manzanas con sus hermanos gemelos, algo mayores que ella. Desde lejos vieron los aviones de la Legión Cóndor con auténtica fascinación, mientras se acercaban a la ciudad. Cuando llegaron comprobaron cómo puede cambiar la vida en apenas unos minutos: Edificios derrumbados, humo, gritos, heridos y cadáveres. Recuerda los cables de la luz en el suelo agitándose como rabos de lagartijas, las madres buscando nerviosas a sus seres queridos pero con la luz de la esperanza bien sujeta, dispuestas a no soltarla hasta el último momento; se recrea al describir el espanto de la gente al descubrir las trenzas de una niña colgadas en el tendido eléctrico...El bombardeo sobre la población civil en Jaén fue casi tan terrible como el de Guernica, aunque no tenga un cuadro.

A partir de aquel día se colocaron baterías antiaéreas y construyeron refugios en diversos puntos de la ciudad herida. Cuando existía alguna amenaza, el aullido de las sirenas hacía correr a las gentes en distintas direcciones intentando ponerse a salvo, con las imágenes del horror reciente otra vez vivas en su memoria. Mi madre escapaba del sótano donde se refugiaba su familia porque pensaba que si algo pasaba, allí no tendría escapatoria; prefería agazaparse en el umbral de la puerta buscando en el cielo algún avión, como una heroína inconsciente.

Poco más recuerda de la guerra, pero sí de lo que ocurrió después...mucha pobreza y sobre todo vergüenza sintió mi madre. Vergüenza de que la señalaran y marginaran por haberse casado con un rojo, represaliado para más inri. De tanto oírlo terminó por creer lo que querían que creyera y trató de sumir a su familia en un silencio visceral, como todo lo que hace mi madre. Cerrar ventanas y subir el volumen de la radio o televisión cuando se hablaba de algún tema "comprometido", era un hecho tan cotidiano como pelar patatas y que ha mantenido hasta hoy.

El régimen posterior a la guerra alcanzó su objetivo con muchas madres y a través de éstas, lo intentó con sus hijos -el miedo se mama de forma tan natural como el afecto o la leche- y consiguió, con una perversidad inhumana, que muchos asumieran el merecimiento de un castigo, por el doloroso hecho de ser víctimas.